JUAN PEDRO DOMECQ Y GABRIEL ROJAS/ Curro
Romero, Rafael de Paula y Finito de Córdoba
Ganadería: cuatro toros de Juan Pedro
Domecq y dos, lidiados en segundo y sexto lugar, de Gabriel
Rojas. Bravos y nobles los de Domecq. Al cuarto se le dio la
vuelta al ruedo. Noble el segundo, de Rojas.
Curro Romero: una oreja y dos orejas y
rabo
Rafael de Paula: tres avisos en ambos.
Finito de Córdoba: oreja y oreja.
Incidencias: segunda corrida de la
Feria de Jerez.
JEREZ DE LA FRONTERA.- La de ayer fue
una tarde de las que hacen historia. Curro Romero consiguió las
dos orejas y el rabo al cuarto y Rafael de Paula, que se cortó
la coleta, vio cómo sus dos toros se iban vivos al corral.
El gitano de Jerez, impotente y
hundido, había tirado la castañeta sobre el albero jerezano.
Por otro lado, Romero dibujó el mejor toreo posible. Se encontró
con un noble astado de Juan Pedro Domecq, al que lidió con un
empaque y una cadencia propias de su peculiar tauromaquia.
Comenzó con verónicas lentas, ganando terreno para rematar con
media y una revolera de ensueño. Siguió con un quite de verónicas
limpias que pusieron en guardia a la plaza. Curro había visto
el toro; Curro estaba dispuesto a cuajar al de Juan Pedro.
Jerez toreaba al ritmo del faraón, lágrimas
se escapaban por las mejillas de muchos de los presentes, las
palmas por bulerías eran el remate de una obra grandiosa... Y
Curro no falló con la espada. La plaza, entonces, se volvió
loca: dos orejas y rabo.
La oreja que había cortado en el
primero no tiene tanta historia. Lo inolvidable, la realidad de
que el de Camas sigue vivo para la Fiesta tuvo lugar en el
cuarto, un toro llamado Jumbrío, de Juan Pedro Domecq, al que
se le premió con la vuelta al ruedo.
Que un torero no sea capaz de matar a
ninguno de sus dos toros y escuche una ovación al finalizar su
tarea sólo está al alcance de un genio llamado Rafael de
Paula. Al mismo tiempo fue dando un curso de incapacidad física
y otro de genialidad en lances y muletazos sueltos que parecían
soñados. Fue el toreo de capa sentido y rasgado de un gitano
abandonado a su suerte.
Se sucedieron imágenes patéticas.
Mientras Paula lloraba desconsolado, Alvaro Domecq se tiró para
abrazarlo en un aliento imposible, tal era el desconsuelo del
gitano.
El tercer espada era Finito de Córdoba.
Le dio verónicas con empaque y muchos muletazos de calidad al
buen tercero. Al sexto, con pocas fuerzas y rebrincado, le hizo
una faena voluntariosa, pero la gente estaba ya en otra cosa.