JOSÉ MANUEL MONTOLIU - POR LUIS PLA. 

A lo largo de la temporada he venido observando a un rehiletero de lujo, un chaval muy joven que, sabiéndose hijo de su padre, ejerce su propia personalidad, algo que, irremediablemente, le llevará al éxito. Se trata de José Manuel Montolíu, un subalterno que, sabedor de sus limitaciones, nunca quiso pasar la frontera que separa a los hombres de plata con los de oro. Pero esta es la grandeza de este hombre; conocedor de sus cualidades ha sabido llevarlas a la práctica desde muy jovencito y, por ende, darle chance a lo que en verdad se sabe como gente importante: Rehiletero de lujo y, subalterno eficaz. 

En este mundo de los toros, por razones de esplendor, la gente se suele encandilar con el brillo de los matadores de toros, es muy cierto. Pero los festejos taurinos no sólo se componen de lo que puedan hacer los propios matadores de toros; existen, como se sabe, esa legión de hombres que, desde un segundo lugar, son capaces de darle lujo y grandeza a la fiesta. Y es el citado Montoliu, entre otros tantos hombres de plata, los que le dan vida y sentido a la suerte de banderillas. José Manuel Montoliu ya ha triunfado, entre otras plazas importantes, en las Ventas de Madrid. Allí, en la “catedral”, ya supieron de sus verdaderas dimensiones artísticas. Es sublime verle banderillear a Montoliu; anda despacito hacia la cara del toro, se reúne en la cara del toro, levanta los brazos con majeza, todo ello, para clavar arriba, donde la suerte alcanza la categoría de subliminal. Luego, tras haber dejado los palos en lo alto del animal, sale andando de la suerte y, lo que casi siempre se cumple como un trámite, en las manos de Montoliu alcanza, como explico, la categoría de sublime. 

Este chiquillo, por lo joven que es, en físico y acciones, me recuerda a su inolvidable padre, el gran Manolo Montoliu, el que le entregara su alma a Dios en la plaza de Sevilla, tras haber dejado un par de banderillas excepcional. Ser hijo de un grande tiene sus problemas, aunque, como vengo observando, José Manuel Montoliu atesora su propia personalidad y, sus acciones, rociadas con el lujo de su arte, encandilan a los aficionados de todas las plazas en donde actúa. Respecto a este torero, me deja perplejo que, siendo tan joven, haya emprendido, desde el primer momento, su carrera como subalterno; quiere decir esto que, su camino lo vio muy claro desde el principio, razones que le indujeron a tomar ese camino nada fácil, pero que tiene más oportunidades que los propios matadores de toros. 

Como todo en la vida, el único problema que tiene José Manuel Montoliu para lograr la rotundidad del éxito; digamos que, sus grandes enemigos los tiene en la misma profesión. Difícilmente encontrará un jefe de filas como encontrara su progenitor que, siendo el mejor, se alistó en la cuadrilla del torero más excepcional que había en su momento, el maestro Antonio Chenel Antoñete. Cierto es que, Antoñete, disfrutaba con aquella cuadrilla de lujo, nada es más cierto. Ahora, los tiempos han cambiado tanto que, Martín Recio, el que tantos años ha sido un hombre genial en el escalafón de plata, Joselito le echó a la calle porque una “desdichada” tarde del torero de Madrid, al citado Martín Recio, se le ocurrió lucirse como el gran banderillero que es. Como explico, y conociendo el “percal” de los matadores de toros, un día, Montoliu, puede caer en la cuadrilla de algún imbécil y, en lugar de facilitarle el camino del triunfo, lo pueden “decapitar” como le ocurriera a Recio con Joselito. Son, ante todo las trabas que tendrá que superar este muchacho, así como todos los que, sabedores de su arte, lo quieran exponer en las plazas de toros a riesgo de que, sus “ jefes”, los pongan en la calle, por aquello de haberles “robado”, con la baza del triunfo, un clamor de ovaciones. 

Sea como fuere, lo que está muy claro es que, Montoliú, está benditamente condenado al éxito; tardará más o menos; dependerá de muchas cosas, aunque, al final, no existirá otra opción que entenderle, aceptarle y, por encima de todo, respetarle como lo que en verdad es: un gran torero.

POR LUIS PLA.