Manolo Montoliú

LA SAGA DE Los MONTOLIU

PURA PLATA DE LEY

LAS dinastías taurinas van más allá de los grandes nombres de oro. Las hay como la de los
Montoliu, que llevan cuatro décadas sin apearse de las grandes ferias y cosechando el reconocimiento de los aficionados y de los mismos profesionales.

La inició allá por los años treinta un joven Torrijas afincado en Valencia, Pedro Montoliu, que después de batirse el cobre en las capeas de la tierra y en festejos menores en los que llegó a hacerse un nombre como novillero, decidió cambiar el estoque por el capote de brega y marchar a Madrid para hacer la no menos dura guerra de abrirse paso como banderillero. En esa especialidad fue un buen profesional, con oficio, poderoso y respetado, que llegó a actuar a las órdenes de espadas como Manolo Escudero y Calerito.

Posteriormente, afincado en Murcia, dedicó sus esfuerzos a ayudar a jóvenes promesas.

Un segundo Montoliu, aunque de breve trayectoria, no más que el sueño de una noche de verano, fue Julio, más tarde dedicado a labores de mozo de espadas.

A la tercera fue la vencida, aunque tampoco en esta ocasión la fortuna llegase vestida de oro, sino a caballo. Manuel Calvo Montoliu alcanzó fama con la vara de detener y se ganó el favor de público y matadores. Nacido en Valencia allá por el año veintisiete, se sintió atraído por la profesión del primer Montoliu de la familia y su oficio inicial de mecánico de automóviles no fue más que el soporte económico que le permitía hacer más llevadero el aprendizaje. No imaginaba por entonces que su futuro iba a estar entre los picadores. Simplemente que para estar más cerca del mundo del toro ayudaba a «poner» los caballos de picar y salía como monosabio en la plaza de Valencia. Este nuevo Montoliu soñaba con vestir el traje de oro y hasta lo consiguió en la feria de Algemeíi. Y en ese sentido transcurría su aventura taurina hasta que una feria de Julio, en un festival nocturno, dos picadores de lujo, El Pimpi y Agustín Parra «Parrita» decidieron que aquel chavalote fuerte y correcto, capaz de aguantar sus bromas, se echase en lo alto de uno de los caballos que les había preparado y saliese a picar cuando les correspondiese a ellos. No debió darse malas trazas por cuanto aquella misma noche quedó decidido su futuro. La buena impresión causada y los problemas que encontraba como matador dada su corpulencia, hicieron el resto.

A fe que aquello fue un acierto. Basta con repasar la nómina de matadores con los que fue colocado. Pedrés, prácticamente el que le introdujo como hombre de ferias, Antonio Ordóñez, Manolo Vázquez, Miguelín, Curro Girón, Gregorio Sánchez, Julio Aparicio... y asi hasta torear con su hijo en su primera etapa como novillero, con el que precisamente hizo su último paseíllo,
la tarde en que un sobresfuerzo ante un novillo de Apolinar Soriano le sacó a relucir todas las secuelas de su larga vida profesional.

Premiado en todas las ferias, se consagró definitivamente una tarde de abril en Sevilla, actuando a las órdenes de Curro Girón, en la que un toro de Miura había dejado fuera de combate a su compañero Almohadilla.

Aún habría otro picador en la familia, también llamado Manuel Montoliu, sobrino del anterior, al que la mala suerte en forma de fracturas y cornadas, entre ellas una que le infirió un toro de Miura en Bilbao, actuando a las órdenes de Luis Segura, le privó de alcanzar la brillantez que se le auguraba en sus comienzos.

En la actualidad la representación familiar la ostenta Manolo Montoliu, en realidad Manolo Calvo Bonichón, uno de los banderilleros más brillantes de la última década, y el único de la familia que alcanzó la borla de matador de toros.

No seria necesario recordar la trayectoria artística de este, por ahora, último Manolo Montoliu, si no fuese por situarlo dentro del concepto dinástico. Nacido en Valencia en 1954, tuvo un buen arranque en su etapa de novillero sin caballos y entró en el gota a gota una vez debutó con los del castreño. Su mayor éxito en esta etapa lo consiguió en la plaza de Valencia, el día que le cortó una oreja a una novillada en la que debutaba como ganadero Manuel Benítez en 1974. No tuvo continuidad aquel triunfo y en 1980 pasa a engrosar las filas de los banderilleros, adquiriendo una rápida y merecida celebridad. Primero a las órdenes de El Soro, con el que está colocado hasta 1984, en que pasa a la cuadrilla de Paco Ojeda, posteriormente a las órdenes de Antoñete, con el que formando pareja con Martín Recio alcanzan ambos tal dimensión artística, que habría que remontarse mucho atrás para encontrar un «boom» de popularidad entre dos hombres de plata como el que protagonizaron estos dos. No hay por entonces feria en la que participen en la que no salgan triunfadores. Es tal la repercusión de sus triunfos, que decide volver a empuñar la espada y la muleta, con el beneplácito de grandes empresas. Asi en 1985, apoderado por Simón Casas, el anuncio de su alternativa en Castellón, con  Julio Robles y Espartaco, sin haber hecho campaña novilleril, es el gran acontecimiento del arranque del año. La peculiaridad del caso, es decir, tomar la alternativa a la vieja usanza, quiere decirse tras haber aprendido el oficio como banderillero, despierta curiosidad e interés. Después de estoquear nueve corridas de toros, alternando con las primeras figuras del momento, en ferias tan postineras como la Magdalena de Castellón, las Fallas de Valencia, la de Abril en Sevilla, la de San Isidro de Madrid, la de Pentecostés de Nimes y en la misma plaza de Lisboa, y tras una cornada sufrida en la plaza francesa de Beaucaire que le impidió cumplir su compromiso contraído en la feria de San Jaime valenciana, decide volver a vestir de plata. Allí acabó una aventura que habia acaparado la atención del mundo taurino. Aparte de la satisfacción personal de verse anunciado en las grandes ferias con las figuras del momento, aquello le sirvió para despejar cualquier posible fantasma personal sobre si había tenido ocasiones o no para abrirse paso como matador.

Fue una experiencia irrepetible, viví lo más bonito que puede vivir un torero vocacional como yo, una alternativa de lujo. Acaricié por un tiempo, aunque breve, la ilusión de poder ser figura como matador. Luego no pudo ser, no tuve suficiente capacidad, pues bueno, qué se le va hacer, más lo siento yo, volví a lo mió y empecé de nuevo. Pero no me arrepiendo de nada, hice lo que debía, jugar aquella oportunidad que me ofrecían y que de alguna manera me había ganado yo. Claro que era consciente de la dificultad que entrañaba aquello, pero lo asumi, porque lo que no me hubiese perdonado nunca era no intentarlo. No podia quedarme con la menor duda de si hubiese sido capaz o no. Me hubiese carcomido toda mi existencia.

De nuevo con el vestido de plata escaló los primeros puestos de su escalafón. Volvió a las órdenes de Víctor Mendes en 1987, con el que alternó muchas tardes en banderillas, pasó luego con Miguel Báez «Litri», en cuya cuadrilla coincide con otro nombre importante del escalafón, Manuel Rodríguez «El Mangui», con el que había alternado en su primera etapa novilleril, y vuelve a protagonizar una pareja de alta estima entre los aficionados. Montoliu volvió a hacerse habitual en todas las entregas de premios. De Litri vuelve a El Soro y las últimas temporadas compatibiliza sus actuaciones en los ruedos tanto con éste como con Rafael de la Viña, con las funciones de apoderado o mentor de dos novilleros, Victoriano González y Angel de la Rosa, así como la organización de festejos, lo que le aparta del circuito de las grandes ferias.

Para el 92, centrado de nuevo en la especialidad que le ha dado categoría y renombre en el toreo, a buen seguro que hará valer unas cualidades que le permitieron alcanzar el máximo prestigio entre los hombres de plata.

La temporada próxima voy a centrarme en lo mío, en mi carrera como banderillero que los dos últimos años tuve un poco descuidada por atender a dos novilleros en los que creía y a los que pensé que podía aportar mi experiencia. Ha sido un trabajo bonito, pero exige tal dedicación que no puedo hacerlo compatible tal y como había pensado, con mi profesión. Asi que el año que viene, ya mismo, estaré de nuevo en las ferias, esta vez a las órdenes de un torero por el que siempre sentí una especial admiración, con José María Manzanares. Asi que a la vez que vuelvo a dedicarme por entero a lo mío, cumpliré una ilusión personal, hacer temporada con uno de los toreros más importantes de mi tierra. Yo que he tenido muchos galardones en mi carrera, creo que me faltaba ese remache y lo voy a lograr. 

Montoliu, que ha logrado que se le reconozca un estilo muy personal de banderillear, no ha logrado desligarse totalmente de las referencias estilistas de su amigo Paco Honrubia.

Tampoco me importa. La referencia no puede ser mejor y si ello va unido a lo que algunos han llamado escuela valenciana, mejor que mejor. No cabe duda que Paco influyó en mi, porque además de verle mucho, le admiré, pero yo creo que también he aportado mi personalidad. No quiero decir que lo haya mejorado, posiblemente no sea asi, es más, creo que las cosas de Paco se fueron con él, pero si que aquel concepto lo asimilé a mi personalidad.

—La brillantez con que has practicado la suerte de banderillas, ¿te ha ayudado o te ha perjudicado?

No sé, en cualquier caso cada uno es como es y a mi no me ha ido mal. Lo que es evidente es que he tratado de evitar siempre, porque ante todo soy profesional y presumo de saber lo que llevo entre manos, que mis actuaciones perjudiquen al matador. Será difícil recordar un toro en que yo me haya dejado ver y que luego no lo haya conseguido el matador, además mi forma de banderillear no precisa de mucha preparación ni de muchos capotazos.

—Pero quizás esa facilidad para brillar en banderillas haya disminuido la valoración que se te ha hecho con el capote.



"El torear con Manzanares es un
objetivo que me llena y me faltaba
en mi carrera"

Es posible, pero tampoco creo que haya sufrido ninguna injusticia, la prueba han sido las colocaciones que tuve con las primeras figuras e incluso los trofeos que me concedieron por mi labor con el capote de brega.

—¿Ningún matador te llamó la atención por celos?

No, por lo menos de una manera que merezca la pena recordarlo. Alguna mala cara, algún comentario, pero casi siempre en caliente y en tardes en que no ha habido suerte y cualquier cosa se piensa que ha podido influir. Pero en general todos me aceptaron tal y como soy. Vamos que no he tenido que reprimirme artísticamente, decir lo contrario sería engañar. Incluso los ha habido como Antoñete que era el primero en alentarnos.

—Es que esa pareja que formabais Martín Recio y tú, puede haber sido de las mejores de las últimas décadas.

Eso lo tendríais que decir vosotros, yo lo que si digo es que ha sido de las buenas y sobre todo la que quizás después de muchos años le dio protagonismo a la gente de plata. A partir de aquellos éxitos comenzó el gran público a valorar más nuestra profesión, incluso a conocer más su nombre.

—Erais complementarios, a partir de la gran dimensión de ambos, tenias, seguís teniendo vamos, estilos muy distintos. Martín como más poderoso con el capote, tú como más suave.

Esa diferencia podría aceptarse, pero seria simplificar mucho. Martín ten por seguro que es capaz de templar y mimar a un toro bueno como el que más, quiero decir que como torero es más que lo que quieren decir aquellos que hablan de él como un torero poderoso que luce con los toros difíciles. Yo tampoco creo que me encuentre fuera de mi ámbito cuando sale, se ha demostrado, algún toro presentando problemas. Lo que puede pasar es que mi estilo sea más
sencillo, pero no sé. Los dos somos y no creo que me digan inmodesto, bastante completos.

—Dime una virtud tuya que consideres por encima de otras.

No sé, quizás la colocación, la facilidad para resolver en la plaza.

—¿Crees que es cierto que los toreros cuando empiezan a perder la fortaleza de la juventud torean mejor?

Perder fuerzas nunca es bueno, pero si eso se compensa con experiencia puede no notarse, incluso puede ser mejor. También hay caso que, cuando no se puede confiar tanto en las piernas, se ven obligados a torear mejor con los brazos. Posiblemente sea a eso a lo que te refieres. De hecho ha habido grandes figuras que con muy pocas facultades han mandado en la plaza como muy pocos.

—El año pasado conquistaste no obstante un montón de trofeos, entre otros el de la Peña de Figueras al banderillero más destacado de la temporada, y el de la Federación de Peñas Taurinas, también con ámbito nacional.

Es que no fue un mal año, simplemente que concurrí menos en las grandes ferias y eso lo nota el gran público, pero en cambio el tipo de corridas con las que me enfrenté el año pasado fueron de las que dan autenticidad y categoría a los que se ponen delante.

—¿Y el año que viene?

El año que viene puede ser, yo creo que si, un placer. José Marí es de los que te hacen sentie torero.

 

Aplausos, 30 de diciembre de 1.991

 

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