Miles de valencianos, una
mañana lluviosa y triste de mayo, acompañaron a Manolo Montoliu en la última vuelta al ruedo a su
plaza de toros de Valencia. Fue una manifestación de duelo intensa, sentida, multitudinaria. Varias
horas antes de que los restos mortales del banderillero valencianollegasen desde Sevilla, las
depen dencias de la plaza y sus aledaños se encontraban repletos de
aficionados y amigos. La llegada del coche fúnebre a la plaza, acompañado del padre del torero fallecido,
subió la emoción contenida. Avalancha de aficionados, aplausos, lloros, gritos de ¡torero, torero! y
los apretujónos que tanto conocía Manolo cuando entraba en esta plaza acompañando a sus
maestros. En esta ocasión el protagonista exclusivo era Manolo, la
devoción la despertaba él, los aplausos eran sólo para él. Antes de
llevarle a la capilla de la plaza, consagrada a la Virgen de los
Desamparados, los toreros le dieron una emotiva vuelta al ruedo. No
importó la lluvia, ni el viento, ni el barro, lo que en un principio
parecía que podía restar presencia de aficionados, ayudaba a cargar la
mañana de tensión.
MILES DE PERSONAS EN LA CAPILLA ARDIENTE
Estábamos todos. Y en medio
de todos, Manolo Montoliu padre: entero y consciente, ejemplar;
la madre del torero y su hermana Mercedes; su mujer, Cristina; sus dos chavales, serios, con los
ojillos vidriosos, y miles de amigos.
Su maestro, José María
Manzanares, que llegó acompañado de Yeyes, su mujer, se encontraba
especialmente consternado, a disposición de cualquier iniciativa y promoviéndolas él mismo. «Esto
no se puede quedar así, a estos chavales hay que sacarlos adelante», idea compartida por Vicente
El Soro, su matador y su amigo de siempre, que volvió a pasar el
trago de perder a un ser querido. Estaba, como siempre estuvo a su
lado, Cani, su amigo del alma, roto, henchido de rabia, una sola
cornada le había dejado sin hermano y sin ídolo. Estaba todo el toreo
valenciano: Rafael de la Viña, Alberto Martínez, Blázquez, Fabra,
Julián García, los banderilleros, el vicepresidente de la Diputación,
Vicente Vercher, el diputado de Cultura, José Bressó, los capas Curro Cano y El Tumbao, el
conseller del Interior, Emerit Bono, los limpiabotas, los reventas, el
primer teniente de Alcalde, los chicos de la Escuela, los empresarios Miranda y Barceló,
dispuestos a solucionar todo lo que estuviese en sus manos, estaban todos.
Una misa de corpore insepulto y
la última vuelta al ruedo. De nuevo los gritos ¡torero, torero! ¡Viva
Montoliu! ¡Viva el más grande banderillero de Valencia!... y de ahí a la
Puerta Grande, a hombros de los amigos y de los toreros. El cortejo fúnebre continuó hasta el
Cementerio General donde se incineraron los restos del banderillero valenciano.
Las manifestaciones de duelo y
condolencia continuaron por la tarde en la casa de sus padres, por donde siguieron desfilando
amigos y toreros: Joselito con su apoderado y la cuadrilla, Victorino,
cientos de telegramas.
Esta misma semana las cenizas
de Manolo serán depositadas parte en el panteón familiar de Teresa
y parte esparcidas, por voluntad propia, a los vientos de la Sierra de Javalambre, donde creció de
niño y en cuyas capeas ganó fama de mozo valiente y torero.
|