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Curro Romero
Lo de Antequera
por Gonzalo Argote Antequera, 20 de agosto de 1.998
En la historia de la Tauromaquia hay algunas
referencias toponímicas o patronímicas que, con su sola mención, los
aficionados sabemos perfectamente de lo que estamos hablando. Así, cuando
se habla de la corrida del Montepío, enseguida situamos el acontecimiento
en Madrid, año 1917 y protagonista, Juan Belmonte. Si hablamos de lo de
Valladolid, sabemos que nuestro interlocutor se está refiriendo al toreo
de PepeLuis Vázquez, cuando sus compañeros de terna soltaron los capotes
para aplaudirle. Si citamos lo del Pinto Barreiro, recordamos que se trata
de una faena de Manolete a un toro de ese hierro Portugués. Si hablamos
del ensabanao, sabemos que estamos hablando del toro de Osborne al
que Antoñete hizo una inolvidable faena en el San Isidro de 1966. O en
sentido negativo, si hablamos de lo de Almagro, sabemos que fue donde
Cagancho tuvo una desafortunadísima actuación... A partir de ahora ha
entrado en el lenguaje críptico de los aficionados, lo de Antequera, que
significa entrar por la puerta grande de la historia de la Tauromaquia.
Después de que ayer leyéramos todos la magistral crónica de Carlos Crivell,
¿qué sentido tienen estas líneas? Pues, he de reconocerles que se trata,
pura y simplemente, de un desahogo. Yo le he contado lo de Antequera a mis
hijos y a algunos de mis amigos, y como sigo emocionando, pues tengo que
seguir contándolo. Cómo estaría de emocionado, que yo, que raramente me
entran ganas de aplaudir en la plaza, con la media verónica de Antoñete a
su primer toro, me puse de pie de un salto, como si tuviera un resorte, y
el espectador de atrás me hubo de llamar la atención educadamente a mi,
con casi medio siglo de antigüedad en el tendido. Le dí disculpas y le
mostré mi extrañeza porque él no se hubiera puesto también de pie.
Hay que advertir que no
estábamos en un festival, sino en una corrida de toros, tal y como las
que hoy están toreando por esas plazas de Dios las figuras con
veinitantos años. Alguno de los toros tomó tres puyazos, cosa poco usual
hogaño. Por tanto, a la apoteosis del jueves hay que situarla en el
contexto de algo exepcional,. No en el terreno de la benevolencia por la
edad sesentona de los protagonistas, que ya sólo por eso sería histórica,
sino porque han dado una tarde de toros distinta a lo que en estos
tiempos estamos acostumbrados. Y que no me salgan con lo de que
defendemos que «qualquier tiempo pasado fue mejor».
Lo que sí se puede afirmar
con rotundidad es que lo que hicieron Curro y Antoñete en Antequera fue
más emocionante, más arriesgado, más artístico y, por tanto, más
auténtico que lo que estamos viendo cada tarde en las plaza de tronío a
figuras de postín.
Por ejemplo, hace mucho
tiempo que no veo torear de verdad a la verónica, sin echar ni una sola
vez el paso atrás. Pues eso lo hizo Antoñete en su primer toro, que
empujaba hacia los adentros. Hace mucho tiempo que no veo dar ocho
verónicas seguidas, con un capotillo, saliéndose para fuera, y rematando
en la boca de riego, como hizo Curro. Bueno, la verdad que no hace tanto
tiempo, porque, antes de lo de Antequera, se lo habíamos visto al mismo
torero en la Maestranza. Hace mucho tiempo que no veo torear al natural,
cargando siempre la suerte. Unas veces sale limpio y otras no, pero la
pureza es el reto. Y ése fue el reto de Antoñete. Como no podemos
olvidar con la verdad que entró a matar a su segundo.
Y lo de Curro, la lentitud y
la armonía de sus muletazos, no es que haga mucho tiempo que no lo había
visto, es que no lo había visto nunca. ¿Cómo se puede torear tan
despacio? Sólo se explica si el toro al ver la estética del conjunto del
que él forma parte, se demora en la embestida, ensimismado en la obra de
arte. Yo no le encuentro otra explicación. Ustedes perdonen el desahogo.
Ya me encuentro más aliviado.
Curro y Antoñete, la apoteosis. Un abrazo histórico, el de Sevilla y
Madrid, el de 130 años de puro toreo. (Foto: 6 Toros 6).
(La plaza de Antequera celebró su 150 Añiversario.)
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